LA MADRILEÑA
Hola, me llamo Ascen, aunque en el Milladoiro, mis amigas y amigos me conocen más por “ la madrileña" pero la verdad es que soy manchega, de Consuegra en la provincia de Toledo. Os voy a explicar un poco como es mi pueblo; a la entrada del pueblo están las estatuas de D.Quijote y Sancho Panza, manchegos como yo. Son dos personajes inmortalizados por el famoso escritor D. Miguel de Cervantes Saavedra en su mundialmente leida novela Don Quijote de la Mancha.
Como saben, esta zona de España es muy conocida por las aventuras que se narran en la novela, también es célebre por sus famosos molinos de viento, el excelente queso de la Mancha y el rico vino de Valdepeñas
Ahora empiezo a contar un poco mi vida. Somos seis hermanos y mi padre, para sacar la familia adelante tuvo que buscar un trabajo mejor, por eso nos vinimos a Madrid.
En Madrid, estuve viviendo desde los tres hasta los treinta y seis años. Mi vida transcurrió como la de muchas otras personas; acudía al colegio y cuando tuve edad para ir a los guateques iba a ellos pues, además, me gusta mucho bailar, también tuve varios novios pero nada serio.
Con dieciocho años conocí al que después fuera mi marido. Con veinticuatro años me casé, tuve un hijo y una vida normal, como cualquier ama de casa; cuidaba de mi hijo y de mi marido y todo transcurría con paz y tranquilidad, los años iban pasando hasta que sucedió algo que cambió totalmente mi vida, apareció la morriña.
¡Ah la morriña de los gallegos!. La morriña hizo que mi marido-que es gallego-nos trajera a vivir a Santiago de Compostela, y este hecho fue el que dio un giro totalmente inesperado a mi vida.
Con treinta y seis años dejamos Madrid y nos vinimos a Galicia; vendimos el piso que teníamos allí y alquilamos uno en Santiago ,con lo cual, ya no era dueña y señora de mi casa, estuve cuatro años de alquiler.
Mi marido tenia trabajo, un trabajo dulce, era pastelero y yo seguía siendo ama de casa, pero el estar de alquiler y no poder disponer con total libertad de poder hacer lo que quisiera me estaba amargando la vida, a eso se sumaba el cambio de haber estado viviendo en una gran ciudad, y ahora vivir en una ciudad pequeña como Santiago.
Harta de estar viviendo de esta forma, le dije a mi marido que teníamos que comprar un piso; estuvimos mirando en diferentes sitios y al final nos decimos por comprarlo en el Milladoiro.
Los primeros años de vivir aquí fueron traumáticos para mí; acostumbrada como estaba en Madrid, y tambien en Santiago, a salir a pasear y distraerme viendo escaparates, meterme en pueblo tan pequeño en el que se carecía de tiendas de toda clase, fue como retroceder en el tiempo.
Ahora puedo decir después de dieciocho años de vivir en el Milladoiro, que no cambio este barrio por el centro de Santiago y ni siquiera, por Madrid.
Os seguiré contando el porque de esto.
domingo, 31 de enero de 2010
jueves, 21 de enero de 2010
miércoles, 20 de enero de 2010
UN DIA MÁS
Un día más, como siempre, iban llegando loa niños a la entrada de un pequeño pueblo para ir al colegio. Íbamos andando pues no había carretera ni autobús.
El colegio estaba cerca, pero a nosotros nos llevaba mucho tiempo llegar. Éramos muchos niños y siempre teníamos cosas que contarnos: un cumpleaños, una fiesta o el nacimiento de algún hermano; incluso nos contábamos los castigos que nos imponían, que por cierto, casi siempre nos parecían injustos.
Como en todos los grupos algunos chicos eran traviesos, y siempre, hacían alguna de las suyas; jugarretas que después pagábamos todos.
Recuerdo que cogían los nidos de los pajaritos y, si tenían crías, les daban pan y otras cosas para comer.
Tengo grabado en la memoria un día que cazaron grillos, saltamontes y mariposas. Los metieron en un bote de cristal, se lo dejaron a la profesora en la mesa, cuando ella llegó, se enfadó mucho pero no nos castigo.
Como esto les salió bien, al siguiente día, atraparon una rana y la metieron en el cajón de la mesa de la profe. En el momento en el que abrió el cajón, saltó la rana. Como era de esperar, esta vez se enfadó mucho y quiso saber quien había hecho eso. Nadie respondió.
Entonces la profe nos castigó a los cincuenta niños que había en el aula a una semana sin recreo, y también nos obligo a copiar en 50 hojas, una por cada alumno: “He sido yo”
Cuando había mal tiempo, el viento y la lluvia eran muy fuertes, entonces no podíamos ir a clase y por eso, algunas veces, nos teníamos que quedar a dormir en la casa de algún familiar.
Esto se debía, a que no podíamos cruzar el puente que atravesaba el río que nos separaba del camino del colegio, porque el río se desbordaba.
A todas las niños nos gustaba el mal tiempo, eso nos libraba de ir a la escuela, así podíamos ir a la playa a ver como rompían las olas. Siempre llegábamos a casa empapados, pues estábamos más pendientes de ver las olas más grandes que del agua que nos mojaba.
Con el mal tiempo y las grandes mareas el agua cruzaba la carretera, entonces los coches no podían pasar, hasta que bajaba la marea.
Cuando el tiempo es malo para unos, es bueno para otros. Recordaré siempre lo que decía el dueño de un bar: el mal tiempo es bueno, yo vendo más cafés y tengo más dinero en el bolsillo
El colegio estaba cerca, pero a nosotros nos llevaba mucho tiempo llegar. Éramos muchos niños y siempre teníamos cosas que contarnos: un cumpleaños, una fiesta o el nacimiento de algún hermano; incluso nos contábamos los castigos que nos imponían, que por cierto, casi siempre nos parecían injustos.
Como en todos los grupos algunos chicos eran traviesos, y siempre, hacían alguna de las suyas; jugarretas que después pagábamos todos.
Recuerdo que cogían los nidos de los pajaritos y, si tenían crías, les daban pan y otras cosas para comer.
Tengo grabado en la memoria un día que cazaron grillos, saltamontes y mariposas. Los metieron en un bote de cristal, se lo dejaron a la profesora en la mesa, cuando ella llegó, se enfadó mucho pero no nos castigo.
Como esto les salió bien, al siguiente día, atraparon una rana y la metieron en el cajón de la mesa de la profe. En el momento en el que abrió el cajón, saltó la rana. Como era de esperar, esta vez se enfadó mucho y quiso saber quien había hecho eso. Nadie respondió.
Entonces la profe nos castigó a los cincuenta niños que había en el aula a una semana sin recreo, y también nos obligo a copiar en 50 hojas, una por cada alumno: “He sido yo”
Cuando había mal tiempo, el viento y la lluvia eran muy fuertes, entonces no podíamos ir a clase y por eso, algunas veces, nos teníamos que quedar a dormir en la casa de algún familiar.
Esto se debía, a que no podíamos cruzar el puente que atravesaba el río que nos separaba del camino del colegio, porque el río se desbordaba.
A todas las niños nos gustaba el mal tiempo, eso nos libraba de ir a la escuela, así podíamos ir a la playa a ver como rompían las olas. Siempre llegábamos a casa empapados, pues estábamos más pendientes de ver las olas más grandes que del agua que nos mojaba.
Con el mal tiempo y las grandes mareas el agua cruzaba la carretera, entonces los coches no podían pasar, hasta que bajaba la marea.
Cuando el tiempo es malo para unos, es bueno para otros. Recordaré siempre lo que decía el dueño de un bar: el mal tiempo es bueno, yo vendo más cafés y tengo más dinero en el bolsillo
martes, 12 de enero de 2010
SANTAS MARIÑAS
Las Santas Mariñas que yo conocí no eran como las de hoy,toda llena de edificios.
Siendo niña, mis hermanas mayores iban a lavar la ropa a Santas Mariñas.Habia una capilla muy pequeña donde se celebraba misa el 16 de Agosto, día de San Roque, que pertenece a la parroquia de Sar
Además de la capilla estaba el Campo del Amo, que era una robleda donde el día de S. Roque la gente de Sar y alrededores iba con cestas llenas de comida para pasar allí todo el día.
También existía una fuente con agua muy rica y un pilón grande con lavaderos; allí lavaban las ropas unas lavanderas que vivían en tres pequeñas casas.
Mis hermanas lavaban en lo que llamaban el Pozo. Era como una pradera con hierba, árboles, tojos y muchas silvas, donde yo cogía moras y grillos; a los grillos los hacía salir de su madriguera con una pajita, pero en ocasiones lo que salía era otro bicho y yo, me asustaba mucho.
Después de lavar la ropa , la ponían a clareo, la regaban y la tendían a secar encima de los tojos más grandes. Como mis hermanas iban allí por la mañana temprano y regresaban a media tarde, yo les llevaba la comida al mediodia y volvía con ellas a casa.
En una ocasión, una de mis hermanas al recoger la ropa vió un bicho con un cuello largo y una cabeza pequeña, se asustó tanto que no pudo retirar la ropa de donde estaba tendida, dijeron que era una denosiña.
Otra hermana otro día al volver a casa, no quiso cruzar el río por el puente que era de madera y le faltaban algunos tablones-la verdad es que había que hacer equilibrios para cruzarlo-y como ella tenía mucho miedo, trató de cruzar por otro sitio, pero había muchas piedras, resbaló y cayó al río con la bañera , no se lastimó y se levantó sujetando la bañera con la ropa, pero tuvo que volver a retorcerla para escurrirla. Como se mojó el vestido y no tenía otro, tuvo que ponerse un delantal por delante y otro por detrás, nos reimos mucho.
Esta es una historia de lavado de ropa en Santas Mariñas.
MIMOS
Siendo niña, mis hermanas mayores iban a lavar la ropa a Santas Mariñas.Habia una capilla muy pequeña donde se celebraba misa el 16 de Agosto, día de San Roque, que pertenece a la parroquia de Sar
Además de la capilla estaba el Campo del Amo, que era una robleda donde el día de S. Roque la gente de Sar y alrededores iba con cestas llenas de comida para pasar allí todo el día.
También existía una fuente con agua muy rica y un pilón grande con lavaderos; allí lavaban las ropas unas lavanderas que vivían en tres pequeñas casas.
Mis hermanas lavaban en lo que llamaban el Pozo. Era como una pradera con hierba, árboles, tojos y muchas silvas, donde yo cogía moras y grillos; a los grillos los hacía salir de su madriguera con una pajita, pero en ocasiones lo que salía era otro bicho y yo, me asustaba mucho.
Después de lavar la ropa , la ponían a clareo, la regaban y la tendían a secar encima de los tojos más grandes. Como mis hermanas iban allí por la mañana temprano y regresaban a media tarde, yo les llevaba la comida al mediodia y volvía con ellas a casa.
En una ocasión, una de mis hermanas al recoger la ropa vió un bicho con un cuello largo y una cabeza pequeña, se asustó tanto que no pudo retirar la ropa de donde estaba tendida, dijeron que era una denosiña.
Otra hermana otro día al volver a casa, no quiso cruzar el río por el puente que era de madera y le faltaban algunos tablones-la verdad es que había que hacer equilibrios para cruzarlo-y como ella tenía mucho miedo, trató de cruzar por otro sitio, pero había muchas piedras, resbaló y cayó al río con la bañera , no se lastimó y se levantó sujetando la bañera con la ropa, pero tuvo que volver a retorcerla para escurrirla. Como se mojó el vestido y no tenía otro, tuvo que ponerse un delantal por delante y otro por detrás, nos reimos mucho.
Esta es una historia de lavado de ropa en Santas Mariñas.
MIMOS
CARIBE
!Caribe!
San Andrés es una isla preciosa
Cuya vegetación es de edén
Y sus gentes de paraíso terrenal
Su naturaleza es fuerte y verde
Donde se respira ese final
Que nos espera
!Dios!
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